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Quintet de vent
El Quintet de vent de Jordi Lalanza está escrito para la formación clásica de quinteto y respira un aire de divertimento musical. Un divertimento que transmite todo el frescor de su música no solamente a los oyentes, sino también a los mismos intérpretes, quienes deberán superar dificultades técnicas y de conjunto para interpretar la obra.
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El Quintet de vent de Jordi Lalanza está escrito para la formación clásica de quinteto y respira un aire de divertimento musical. Un divertimento que transmite todo el frescor de su música no solamente a los oyentes, sino también a los mismos intérpretes, quienes deberán superar dificultades técnicas y de conjunto para interpretar la obra.
Disponible el:
Época | s. XX |
Instrumentos | fl.ob.cl.cor.fg. |
Páginas | 72 |
Duración | 12 min |
Contenido | partitura + partes |
ISMN | 979-0-3502-0601-6 |
Precio edición impresa | 23€ |
Edición | Digital |
El Quintet de vent de Jordi Lalanza está escrito para la formación clásica de quinteto (flauta, oboe, clarinete, fagot y trompa) y respira un aire de divertimento musical. Un divertimento que transmite todo el frescor de su música no solamente a los oyentes, sino también a los mismos intérpretes, quienes deberán superar dificultades técnicas y de conjunto para interpretar la obra. Estas dificultades, lejos de ser un escollo, son un aliciente más para disfrutar de su interpretación.
La obra escrita en tres movimientos, combina fragmentos rítmicos y enérgicos con pasajes líricos, a la vez que presenta una escritura
vertical o contrapuntística según las intenciones del autor. El primer movimiento se inicia con la trompa presentando el tema principal de forma decidida. Este tema, que rápidamente es imitado por la flauta, recibe diferentes tratamientos a lo largo de tota la obra aportándole unidad. La parte central del primer movimiento es un adagio expresivo donde los diferentes instrumentos intervienen con matices que van del piano al pianísimo, lo que permite un brutal contraste con la parte final del movimiento, una vez más enérgico y conmovedor, planteado por el clarinete. Este reinicio del tema presenta diferentes efectos expresivos, como los glissando o los juegos de contrapunto que conducen a un final vigoroso, de nuevo con la trompa como protagonista.
El segundo movimiento, más íntimo y relajado, comienza y termina con la intervención de la flauta. Incluye diferentes pasajes en rubato y destaca la expresividad que se pide a cada uno de los instrumentos que a menudo se suceden las frases musicales del uno al otro con mucha naturalidad y suavidad.
Finalmente, el tercer movimiento retoma la energía del primero, con intervenciones en staccatto en los diferentes instrumentos y la presencia constante del tema principal. Es relevante el trabajo camerístico que requiere este movimiento y no solamente por las combinaciones de timbre que el autor propone en los diferentes registros de los instrumentos, sino por los fragmentos en los que cada uno ejecuta valores rítmicos distintos a los demás para encontrarse de nuevo en un final espectacular.
David Puertas