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Sardana per a flauta i piano
La Sardana para flauta y piano tiene el interés especial de ser la primera obra que compuso Eduard Toldrà, o al menos, la más antigua de las que se han conservado.
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DS033
La Sardana para flauta y piano tiene el interés especial de ser la primera obra que compuso Eduard Toldrà, o al menos, la más antigua de las que se han conservado.
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Disponible el:
Época | s. XX |
Instrumentos | fl.pno. |
Páginas | 12 |
Duración | 4 min. |
Contenido | partitura + parte |
ISMN | 979-0-3502-0733-4 |
Precio edición impresa | 12,50€ |
Edición | Digital |
La Sardana para flauta y piano tiene el interés especial de ser la primera obra que compuso Eduard Toldrà, o al menos, la más antigua de las que se han conservado. Inédita hasta ahora a causa de un exigente sentido de la autocrítica que siempre caracterizó al músico y que lo llevó, por ejemplo, a prohibir en vida la publicación de muchas de sus primeras canciones. Por otro lado, descubrimos en esta sencilla sardana da camera –que nos demuestra, por otro lado, el interés precoz que Toldrà sentía por un género en el que llegó a ser un verdadero maestro–, la insinuación de algunos de los rasgos estilísticos que definirán la personalidad del compositor catalán; de lo que es una muestra la propia calidad de una melodía diatónica en la parte solista, ligera y expandida con toda naturalidad a través de un movimiento preferentemente por grados conjuntos, y apoyada sobre una armonía estática en La M que marca la inmovilidad general de la primera sección de Cortos. Contrariamente, en los Largos la obra se anima mediante una serie de procedimientos frecuentes –esbozados aquí aún de forma muy elemental que Toldrà reservará para la parte central de muchas de sus canciones: una inestabilidad tonal más intensa como es el aparente cambio de modo de la tonalidad principal y que muy pronto pasa a ser contraste entre Do M y Do m justo al inicio de la segunda sección; la preocupación por distinguir entre variados niveles de valores dinámicos y, finalmente la imperiosa necesidad de resolverlo todo rápidamente en la fuerza expresiva del canto– con indicación de como una canción que se inicia acto seguido en el acompañamiento otra vez en La M sobre el ritmo característico de sardana. En resumidas cuentas es, si se quiere, ingenuo pero nada resulta incorrecto. Diríamos que la misma discreción de los medios empleados y el sentido esmerado de los límites en un joven violinista de 16 años –que aquel mismo año de 1912 presentaba con tres de sus amigos el Cuarteto Renacimiento– preservan la Sardana para flauta y piano y lo envuelven con una inocencia, frescura y alegría que sinceramente pensamos que merecían ver la luz del día.
César Calmell