Líriques i amoroses - 2

Las trece canciones para voz y piano de Joaquim Serra, editadas en dos volúmenes, están escritas a lo largo de quince años, los que pueden corresponder a su primera madurez como compositor y tienen por lo tanto un interés muy especial para poder comprender las características de su desarrollo artístico. En todas ellas el piano está al servicio de la línea vocal en un engañoso segundo plano. Pese a contar con pocos pasajes a solo y a que las introducciones y postludios son de dimensiones discretas, la riqueza, variedad e inteligencia de la escritura de Serra proporciona al piano un papel fundamental para establecer en cada canción un ambiente poético único y totalmente diferenciado, en el cual la voz puede sugerir, con una siempre sencilla y convincente expresividad, el significado de las palabras.
La canción Matinal, con poema de Joan Ma. Guasch fechada el año 1931, fué facilitada por la soprano Maite Mer que, en iniciar etsa edición, disponía de una copia de un manuscrito no autografiado de Serra que había extraído de la Biblioteca del Conservatori Municipal de Música de Barcelona. El manuscrito original no se ha encontrado [Nota del Editor]. Un contraste schubertiano entre el modo mayor y el modo menor sirve para contraponer el recuerdo y el presente en Aquelles cançons, pieza de 1935. Tres años más tarde Serra componía su última y más ambiciosa aportación al repertorio de voz sola y piano: cinco poemas de Josep Carner le inspiraron cinco canciones (Cançó florida, Tragèdia d'abril, Elegia d'una rosa, Cançó voluble i El sonet als llavis) las cuales, sin formar un ciclo al modo de los de Schubert o Schuman, resultan una colección unificada y equilibrada por los contrastes y afinidades entre las piezas individuales. El lenguaje instrumental y armónico de Joaquim Serra consigue aquí su máximo esplendor. La tendencia de canciones anteriores a utilizar recursos de  las avanguardas europeas recientes (especialmente los vinculados al ámbito francés) encuentra aquí su máxima expresión y en algunos momentos, por ejemplo con la audaz armonía de El sonet dels llavis, se consigue una sonoridad que ha avanzado mucho camino desde las canciones de los años veinte.

Víctor Estapé